El Loco se lanzó a la aventura de vivir.
Cruzó el umbral a la vida física a través del Mago y La Sacerdotisa.
Materializó su encarnación en La Emperatriz y disfrutó de la estabilidad del Emperador para comenzar a salir al mundo.
Al encontrarse con El Hierofante, entendió que hay reglas sociales y una cultura en la que se nace y a la que muchos obedecen, a veces a ojos cerrados.
Conoció el amor y el despertar sexual en Los Enamorados. Percibió el éxito de constituirse como una persona independiente en El Carro.
La segunda línea
Más tarde se dio cuenta que hay más allá de lo que nos enseña el ego. Se atrevió a buscar La Fuerza para explorar en su sombra y comenzar a conocerse mejor.
Encontró guía y claridad en la sabia voz del Ermitaño, donde sumergiéndose en el silencio pudo apreciar, más aún no entender, los misterios del Universo reflejados en La Rueda.
A la vuelta se encontró de frente con la oportunidad de poner en la balanza su pasado y su futuro, la conciencia y el inconsciente de la mano de La Justicia, quien le mostró la regla básica de la vida co creadora: tienes responsabilidad sobre aquello que manifiestas en tu camino.
El viaje hacia el interior le pidió pausa y cambio de perspectiva, incluso, quizá, un sacrificio para poder encaminarse hacia la deconstrucción del ego que le brinda la experiencia con La Muerte.
Soltar las máscaras fue el principal requisito para poder llegar a la quietud mental que ofrece La Templanza y volver a la cotidianeidad en conexión plena con la acción consciente.
Pudo parecer el final del camino pero el Loco quiso ir más lejos y encontrarse con las fuerzas arquetípicas del alma.
Las últimas 7 cartas
Dentro de sí ya lleva el coraje, la sabiduría y la confianza en el eterno ciclo de muerte renacimiento. Y con todas estas cualidades pudo mirar de frente la parte más oscura y vergonzosa de su personalidad. Con El Diablo también tomó nota de sus apegos y de sus adicciones, al igual que vislumbró la enorme fuerza de la energía sexual.
Y así llegó al momento más crítico de su viaje, donde con la sensación de un gran terremoto, se desarmó por completo, cayó al vacío y se entregó al poder transformador del dolor.
Y se dio cuenta de que nunca está todo perdido, porque siempre la esencia permanece y trasciende.
El siguiente paso fue recuperar fuerza y fe a la luz de La Estrella, sanar las heridas y volver a creer en sí mismo. Calma, silencio y la alegría de valorar la propia vulnerabilidad.
La verdad desnuda que habita en cada ser.
En esta última fase de su viaje, llegó al nivel más profundo del inconsciente.
La Luna muestra sus misterios bajo un velo de sombra que no permite verlo todo, pero enciende con fuerza la luz de la intuición en formas misteriosas que la conciencia no puede entender.
Se le pide al Loco sostener su fe hasta reencontrarse con la claridad del Sol. Libertad, júbilo, confianza bajo la protección del padre cósmico. Sensación de rejuvenecer y niña interior liberada.
Con todo el viaje a cuestas, llega el momento de la encrucijada final, el gran despertar interior que propone El Juicio, a través de una toma de conciencia del proceso desarrollado y una mirada al camino recorrido. Qué queda por perdonar o perdonarse, a dónde quiero dirigir mis pasos a continuación, son preguntas que le hace este arquetipo al Loco.
Y una vez cruzado este último umbral, llega a la plenitud y la posibilidad de conectar con la totalidad de su sabiduría interior. Es tiempo de danzar y experimentar, aunque sea por algunos segundos, la unidad con el todo.
Y así se cierra un ciclo para reiniciar el círculo infinito de la vida.